Para 2024 deseo más lifelines y menos deadlines

“Hay tanto en un corazón en un día, en una hora, en un momento.” Brian Doyle

La vida en directo es impro pura. Es “sucia”, sin pulir, sin oportunidad de decir las cosas de otra manera. Sin posibilidad de ir mecanizando el texto a la italiana mientras paseas. Ni de hablar al pié, ni de mirar a la cámara. Pero como los buenos actores, puedes llenarla de verdad, de ti misma, sin capas, sin corazas. Y de encanto. De tiempo que fluye y se saborea. De luz, de risas, de abrazos, de juego. De conversaciones auténticas sobre temas profundos que nos tocan a todos. Del amor, de la muerte, del proceso creativo, de las relaciones, de atreverse a mostrar la verdad de tus sentimientos. De secretos que se cuentan en la intimidad de la noche que desnudan tu vulnerabilidad. De buena conexión y buen rollo. De cuidar los detalles y comprometerse con la belleza. Sin interrupciones, sin móvil y sin IA para que cada conexión con el exterior sea algo significativo, buscado y milagroso.

Echo de menos las llamadas de teléfono. No me gustan los audios, tan transaccionales y tan eficientes, tan unidireccionales, tan poco empáticos. Parecen decirnos: no me interesa lo que tú tengas que decirme, no tengo tiempo para ti. Añoro aquellas interminables llamadas adolescentes solo para oír el sonido de la voz de la persona que te gustaba, sin realmente nada que decir. No, cuelga tu…venga va, cuelga tu… Mi madre podía contar una excursión a sus amigas colgada del teléfono durante horas. Ya no sabemos narrar de esa manera.

Es terrible como la hiperconectividad enmascara la soledad. Buscamos estar visibles en el hiperespacio compartiendo nuestra intimidad todo el rato pero nos cuesta encontrar un hombro en el que llorar o compartir una alegría. Cada vez nos relacionamos con menos gente. El círculo se estrecha a la familia cercana y a muy pocos amigos íntimos. Pero los humanos necesitamos más, por lo menos hasta las 150 personas del número de Dunbar.

Por mi parte, agradezco formar parte de la comunidad de los paseadores de perros matutinos de mi barrio. Nuestros nombres no importan en ese contexto. El protagonismo lo tienen siempre nuestras mascotas. La “mamá” de Sancha me dió un abrazo muy bonito cuando le conté lo malita que estaba nuestra Pati, la perrita hija de Piña, que falleció el pasado 30 de Noviembre. Lo más triste del año.  Mi gordita vocacional. Qué pena.

En teoría tengo muchas amigas y amigos. Mi listín telefónico es interminable y tengo miles de contactos en las redes. Pero en la práctica no tengo a nadie cerca a quien pedirle un favor o a quien ofrecérselo.

Cuando interactúas con la gente inevitablemente surgen roces y malentendidos. No existe la amistad del “one click”. Se nos está olvidando cómo se trata a la gente y lo complejos que somos. Las amistades están hechas de fricción. Ayudar, escuchar, admitir que necesitamos ayuda, pedirla. Una día te enfadas y al siguiente te reconcilias. Admitir que no somos superhéroes, que nos necesitamos unos a otros.  Incluso en países como el nuestro, el músculo social se va atrofiando, justo cuando más lo vamos a necesitar.

Nos falta energía para lo pequeño, para lo mundano. Para pasarte sin avisar por casa de alguien e invitarle a un café. Para llamar por teléfono (no, no molestas ni es intrusivo….me encanta que lo hagas, por favor ¡hazlo!). Secretamente todos deseamos volver a celebrar todos los cumples, quedar para charlar simplemente o ver una peli juntos compartiendo un te. Sin motivo aparente. Sin transacción de por medio.

Ha habido periodos de mi vida que conocía gente nueva todas las semanas. Personas con las que apenas compartía un café o una caña. Pero me regalaban su atención porque escuchaba su historia con interés. De la mayoría ni siquiera recuerdo sus nombres pero seguro que si nos viéramos de nuevo, la conversación fluiría. Brand the Gap, las visitas a Plázida, el Guiri Drink, nuestro Mastermind para nómadas. Fueron innumerables vínculos con gente de fuera de mis círculos con la que no he vuelto a coincidir. 

Trabajar desde casa me ha hecho perder las interacciones diarias con mis colegas o coworkers. Llegué incluso a crear un grupo de facebook para unir a todos los corazones solitarios que van por la vida de 1 en 1, los Compañeros Independientes. Como no acababa de encontrar mi tribu, las creaba yo. Y en el proceso me abría a conocer gente de otras culturas, de otras situaciones vitales, de otros contextos.

Cómo nos recuerda Brian Doyle, por muy pequeño e insignificante que sea, “ningún ser vivo carece de movimiento interior líquido. Todos nos agitamos por dentro. Hay tanto en un corazón en un día, en una hora, en un momento». Y nos recuerda que “Todos los corazones al final están magullados y llenos de cicatrices, marcados y desgarrados, reparados por el tiempo y la voluntad, remendados por la fuerza del carácter, pero frágiles para siempre, por muy feroz que sea la defensa y por muchos ladrillos que le pongas a la pared». 

Por tanto…frágiles corazones…para  2024…persigamos menos los “deadlines” y más los “lifelines”, por razones obvias y porque seremos más felices.

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